Ya van un poco más de 18 meses desde que inició el cambio de nuestra interacción vital a raíz del brote del Covid-19. Un acontecimiento sin precedentes y con la consigna de la campaña de vacunación más grande de la historia de la humanidad, que inició con una gran concentración en los países industrializados, que vieron necesario el hecho de generar las medidas necesarias para posibilitar una reactivación lo más pronto posible.

Algunos de estos países iniciaron rápidamente la disminución de sus restricciones sanitarias. A la fecha, muchos de ellos ya no exigen máscaras en espacios públicos y las limitaciones de distanciamiento son pocas. La reducción de las prohibiciones ha permitido abrir las fronteras y reactivar el comercio del turismo, generando nuevamente movimiento económico que ha incentivado la reactivación.

Esta pandemia obligó a los estados a generar una mayor inversión en investigación, con el fin de crear los mecanismos para afrontar el nuevo proceder de la cotidianidad y seguir generando movimiento en las cadenas de abastecimiento industrial.

Métodos de limpieza y salubridad, diagnósticos médicos a distancia (telemedicina), mejores y más rápidas formas de detección del virus, personalización de las herramientas de trabajo, accesibilidad sin contacto, distribución alimentaria y de bienes en general, avances en tecnologías para trabajo remoto, inteligencia artificial, aplicaciones de blockchain, nanotecnología, manufactura aditiva como uno de los métodos que contrarresta el problema de la cadena de abastecimiento, uso de drones y robots; son algunos de los métodos que los países industrializados han generado para combatir los tantos atascos que estamos viviendo.

Sin embargo, algunos países no han ingresado en la dinámica de enfrentamiento de la pandemia, como lo han hecho los países industrializados. Generando solo métodos reactivos que combaten el contagio más no el virus. Colombia, por ejemplo, en un estudio realizado por Bloomber el 27 de junio del presente año sobre la reactivación económica mundial, aparece en el puesto 48 de los países que mejores estrategias han adoptado para enfrentar el virus y sus consecuencias sociales y económicas.

Esto, sumado a los movimientos sociales que hace más de dos meses vive el país (que han sido parte del aumento de los casos de contagiados, de muertes y de hacinamiento en las unidades de cuidados intensivos), han creado un cóctel de inconvenientes sociales y aún más, económicos. 

La falta de medidas preventivas necesarias y convenientes para enfrentar tanto los problemas sociales como de salubridad, han ahondado en la crisis actual haciéndola más visible y peligrosa.

Han surgido movimientos regionales que le han quitado presión a la situación actual, como los líderes empresariales locales que a través de Pro-Antioquia, han generado empleos de manera forzada. Esto, con el fin de combatir la dolencia que tienen sectores como el industrial de servicios, el mayor sector contratista de mujeres y jóvenes. 

Como empresa estamos a disposición para analizar en qué podemos ser útiles en esta loable y noble iniciativa de reactivación.

La estrategia básica de países como EE.UU y China fue generar valor en investigaciones, de tal manera que aquellos avances que se tenían presupuestados para 10 o 15 años, se puedan realizar en máximo 5 años. Canalizaron los miedos y la incertidumbre generada por la pandemia local y la transformaron en la excusa y la oportunidad para el avance tecnológico.

El ejemplo está. El camino existe. El enfoque en los mecanismos que como sociedad nos pueden ayudar en estos momentos, están connotados en los países que han apostado por la inversión en tecnología, en investigación, en el aumento de la capacidad inventiva y de estudio de nuestras universidades, en la concientización de la banca, en la disposición de toda la comunidad al progreso, en la generación de mayor empleo y la centralización y confianza del mercado y la manufactura local.

Unidos es el camino.

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